Lunes, 13 de octubre
MISIONEROS DE
ESPERANZA:
ESCUELAS PARA QUE TODOS
PUEDAN APRENDER
PALABRA DE DIOS: Proverbios 4, 13
LECTURA y REFLEXIÓN
Había una vez un grupo de personas muy alegres que se llamaban los misioneros de la esperanza. Ellos viajaban por pueblos y aldeas con una mochila llena de sonrisas, libros y colores.
Un día llegaron a un lugar donde los niños no tenían escuela. Algunos ayudaban en casa, otros cuidaban animales, pero todos tenían un mismo sueño: aprender a leer y escribir.
Los misioneros reunieron a los niños bajo un árbol grande y dijeron: “¡La escuela no es solo un edificio! La escuela empieza cuando nos juntamos para aprender”.
Con tablas de madera hicieron bancos, colgaron una pizarra en el tronco del árbol y repartieron cuadernos. La risa de los niños llenó el aire.
Allí aprendieron a escribir su nombre, a contar las estrellas y a leer cuentos llenos de aventuras. Cada día descubrían algo nuevo, y entendieron que aprender es un regalo que crece cuando se comparte.
Los misioneros de la esperanza les recordaban siempre: “Todos los niños del mundo tienen derecho a una escuela, porque la educación es como una semilla que hace florecer la vida”.
Y así, aquel árbol se convirtió en la primera escuela del pueblo.
Los niños nunca dejaron de soñar, porque ahora sabían que con lo aprendido podían construir un futuro lleno de luz.
VÍDEO: Viva la vida - Cold play
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ORACIÓN
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra
muerte. Amén
AVE MARÍA, MARÍA AUXILIADORA, RUEGA POR NOSOTROS
En el nombre del Padre,…
Martes, 14 de octubre
MISIONEROS DE
ESPERANZA: PROYECTOS PARA QUE NIÑOS Y NIÑAS SEAN IGUALES
LECTURA Y REFLEXIÓN
¡Buenos días a todos!
Es la Semana del Domund y en
la clase de Marta y Diego había un gran mapa del mundo en la pizarra. La
maestra les dijo: “Este año vamos a viajar, con nuestra imaginación, para
conocer cómo los misioneros llevan esperanza y trabajan para que niños y niñas
sean iguales en distintos países”.
+ Primer viaje: Uganda
(África)
Con los ojos cerrados, los
niños imaginaron llegar a un pueblo de Uganda. Allí, había una nueva escuela
construida por los misioneros, donde antes solo los niños podían estudiar. Ahora,
gracias al proyecto, también las niñas tienen pupitres, libros y profesores.
Marta sonrió y dijo: “¡Así
todos podrán aprender y tener un futuro mejor!”.
+ Segundo viaje: Bolivia
(América Latina)
Después, viajaron con la
imaginación a las montañas de Bolivia. Allí los misioneros abrieron un centro
de apoyo escolar, donde niños y niñas indígenas aprenden juntos en su idioma y
también en español.
Diego levantó la mano y
comentó: “Antes algunos no podían estudiar porque trabajaban en el campo,
pero ahora tienen tiempo para aprender y jugar”.
+ Tercer
viaje: India (Asia)
El último viaje fue a una
ciudad de la India. Allí, los misioneros ayudan en un centro de salud y
alimentación, donde todos los niños, sin importar si son chicos o chicas,
reciben comida, medicinas y clases sobre higiene.
Marta se sorprendió y dijo: “¡Qué importante! Si
están sanos, pueden ir a la escuela y cumplir sus sueños”.
De
regreso a clase… cuando abrieron los ojos, la maestra les explicó: “Los
misioneros son misioneros de esperanza porque trabajan para que ningún niño o
niña se quede atrás. Y nosotros, aunque estemos lejos, también podemos ayudar
con nuestras oraciones, nuestras acciones y compartiendo lo que tenemos”.
Entonces, cada niño escribió en una estrella de papel
una promesa para ser misionero de esperanza:
- “Compartir mis juguetes”.
- “No reírme de nadie en clase”.
- “Ayudar a que todos podamos jugar juntos”.
- “Rezar por los niños de otros países”.
Pegaron todas las estrellas
alrededor del mapa del mundo, que ahora brillaba con la luz de la igualdad.
Y así, Marta, Diego y todos
sus compañeros descubrieron que, aunque fueran pequeños, podían ser misioneros
de esperanza entre los pueblos, ayudando a que cada niño y niña tuviera las
mismas oportunidades de aprender, soñar y ser feliz.
¿Qué se os ocurre a vosotros
para ser misionero/a de esperanza?
Ser misionero de
esperanza significa creer que todos los niños y niñas del mundo son igual de
importantes. A veces, en otros países, las niñas no pueden ir a la escuela o
algunos niños no tienen comida ni juguetes. Pero gracias a los misioneros, cada
vez más niños y niñas pueden aprender, jugar y soñar juntos.
Nosotros también
podemos ser misioneros desde aquí: cuando compartimos, cuando tratamos bien a
todos, cuando rezamos por los demás. Cada gesto pequeño es como una semilla de
esperanza que crece y llega muy lejos.
Recordemos
siempre: Dios nos hizo iguales y nos invita a cuidarnos unos a otros.
PALABRA DE DIOS: Gálatas 3, 28
«Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús».
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Señor Jesús,
Tú nos enseñaste que todos somos iguales y que cada niño y niña es importante
para Ti.
Te pedimos por los misioneros que llevan esperanza a todos los pueblos,
para que ningún niño se quede sin aprender, sin jugar y sin soñar.
Ayúdanos a
ser misioneros aquí,
compartiendo, respetando y cuidando a los demás,
para que en el mundo reine tu amor y tu paz.
Amén.
En el nombre del Padre,…
Miércoles, 15 de octubre
MISIONEROS DE
ESPERANZA:
IGLESIAS PARA HABLAR DE
UN DIOS BUENO
PALABRA DE DIOS: Mateo 5, 14a. 16
LECTURA: La luz de la pequeña iglesia
Había una vez un pequeño pueblo llamado Alegría del Río, donde vivía una niña curiosa y valiente llamada Lucía. Tenía 8 años y le encantaba hacer preguntas. Un día, mientras jugaba con su gato en el jardín, vio a una mujer que nunca había visto antes. Llevaba una mochila grande y una cruz colgada al cuello.
—¿Quién es? —le preguntó a su abuela.
—Ella
es la hermana Clara, una misionera —respondió su abuela con una sonrisa—. Ha
venido desde muy lejos para ayudarnos a conocer a Dios y construir una pequeña
iglesia en nuestro pueblo.
Lucía se quedó pensando.
—¿Una iglesia? Pero si ya tenemos casas y árboles. ¿Para qué necesitamos una iglesia?
Su abuela le explicó:
—La iglesia no es solo un edificio. Es un lugar donde aprendemos que Dios es bueno, que nos ama mucho y que nos envía a compartir su amor con los demás. Los misioneros como la hermana Clara traen esperanza a donde más se necesita.
Lucía tenía muchas ganas de conocer más, así que al día siguiente fue con su abuela a ver cómo construían la iglesia. La hermana Clara les habló con mucha alegría:
—Esta será una iglesia de esperanza, donde todos podrán sentirse amados y escuchados. Aquí hablaremos de un Dios bueno que nunca se olvida de nadie.
Poco a poco, todos en el pueblo ayudaron: unos trajeron ladrillos, otros, flores; otros pintaron las paredes.
Lucía
dibujó un gran sol en la entrada con la frase: "Dios es amor y esperanza
para todos".
Cuando terminaron, hicieron una gran fiesta. La iglesia no era muy grande, pero brillaba como si tuviera luz propia. La gente cantaba, reía y agradecía a Dios por enviar misioneros como la hermana Clara, que les recordaban que nunca están solos.
Desde ese día, Lucía soñaba con ser misionera también, para llevar la esperanza y el amor de Dios a todos los rincones del mundo.
REFLEXIÓN
¿Os disteis cuenta de cómo Lucía y todo su pueblo ayudaron a construir una iglesia?
No
solo con ladrillos, ¡sino con sus sonrisas, su ayuda y su amor!
Dios quiere que todos sepamos que Él es bueno, que nos ama mucho y que nunca nos deja solos.
Y los misioneros —como la hermana Clara del cuento— son personas que viajan a otros lugares para contar esta buena noticia… Pero no hace falta ir muy lejos para ser misioneros. Tú puedes ser un misionero aquí mismo, en tu colegio, en tu casa o en tu barrio ¿Cómo?
Cada vez que ayudas a alguien, compartes una sonrisa, perdonas, das las gracias o hablas con cariño... estás construyendo una “iglesia viva”. Una iglesia que no se ve con ladrillos, sino con el corazón.
¿Cómo puedo yo ser un misionero de esperanza en mi día a día?
¿Conozco
a alguien que necesite una palabra amable o ayuda?
¿Qué
le diría a alguien que no sabe que Dios es bueno y lo ama?
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ORACIÓN: Quiero ser luz de esperanza
Jesús, amigo bueno,
gracias
por los misioneros
que
hablan de tu amor en todo el mundo.
Ayúdame
a ser como ellos,
a
llevar esperanza donde hay tristeza,
a
dar alegría donde hay dolor,
y
a construir, con mi amor,
una
Iglesia que hable de Ti.
Que
nunca se me olvide
que
Tú eres un Dios bueno,
que
siempre me amas y me cuidas.
Amén.
AVE MARÍA, MARÍA AUXILIADORA, RUEGA POR NOSOTROS
En el nombre del Padre,…
Jueves, 16 de octubre
MISIONEROS DE ESPERANZA:
CENTROS DE SALUD PARA
CURAR
En la aldea de San Lume la vida era
tranquila, pero también difícil. Los niños corrían y jugaban descalzos, los
mayores trabajaban en el campo desde el amanecer, y todos compartían lo poco
que tenían. Sin embargo, había un problema que preocupaba a todos: no existía
un lugar cercano donde acudir cuando alguien enfermaba.
Si un niño tenía fiebre, si un abuelo sufría dolor o si alguien se hacía una herida en el trabajo, las familias debían caminar horas hasta llegar al hospital de la ciudad más cercana. Muchas veces, la distancia era tan grande que la ayuda llegaba tarde. Eso llenaba de miedo a la comunidad.
Un día, llegaron a San Lume unos misioneros. Venían con una sonrisa sincera y con muchas ganas de ayudar. No solo traían palabras de esperanza, sino también ideas para mejorar la vida diaria de la gente. Escucharon las necesidades de las familias y comprendieron que lo más urgente era construir un centro de salud.
Durante semanas, misioneros y vecinos trabajaron codo con codo. Unos cargaban madera, otros mezclaban cemento, los niños llevaban agua y todos colaboraban con lo que podían. Poco a poco, donde antes había un terreno vacío, comenzó a levantarse un edificio sencillo, pero lleno de ilusión.
Cuando el centro de salud estuvo listo, llegaron una enfermera y un doctor que también formaban parte de la misión. Llenaron los estantes con medicinas, colocaron camillas limpias y prepararon todo para recibir a los pacientes. Aquella tarde, el pueblo entero celebró la inauguración. Había música, sonrisas y lágrimas de alegría.
Desde entonces, las cosas cambiaron. Cuando alguien tenía fiebre, ya no había que caminar durante horas. Si un niño se caía y se hacía una herida, podía acudir rápidamente al centro y recibir una cura. Las mujeres embarazadas tenían un lugar seguro donde ser atendidas y los mayores podían consultar sus dolencias sin miedo ni cansancio.
El centro de salud se convirtió en un símbolo de esperanza. Los misioneros seguían ayudando, pero lo más importante era que la propia comunidad aprendió a cuidar de sí misma. Los niños crecieron sabiendo que la salud es un tesoro que debemos proteger, y los mayores vivían más tranquilos al sentir que, por fin, había un lugar cercano para sanar.
Así, en San Lume entendieron que la fe y la medicina pueden caminar juntas: una para alimentar el corazón, y la otra para cuidar del cuerpo. Y todos agradecían, cada día, tener un centro de salud donde encontrar ayuda y remedio a su problema.
PALABRA DE DIOS: Lucas 10, 9
«Curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El reino de Dios ha llegado a vosotros’».
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VÍDEO: Canción somos misioneros
ORACIÓN FINAL
Padre nuestro…
MARÍA AUXILIADORA, RUEGA POR NOSOTROS
En el nombre del Padre,…
Viernes, 17 de octubre
MISIONEROS DE
ESPERANZA:
ESFUERZO PARA QUE TODOS
TENGAN LAS MISMAS OPORTUNIDADES
LECTURA y REFLEXIÓN: El lápiz de
colores
En un pueblo pequeño vivía Marta, una niña muy alegre. Le encantaba dibujar
y soñar con mundos de fantasía. Sin embargo, su familia apenas tenía dinero
para comer todos los días y muchas veces la niña se acostaba con hambre.
Marta no tenía juguetes nuevos ni ropa bonita, pero cuidaba con cariño un
pequeño estuche con algunos lápices de colores que había heredado de su prima
mayor. Aunque las puntas estaban cortas y gastadas, para ella eran un tesoro.
En su clase estaba Diego, un niño curioso y amable, pero aún más pobre que
Marta. Solo tenía un lápiz negro muy pequeño, casi a punto de romperse. Aun
así, siempre intentaba dibujar con entusiasmo.
Un día, la maestra pidió a todos que dibujaran su sueño para el futuro.
Marta pintó una casa sencilla con un huerto lleno de frutas y un cielo azul.
Soñaba con que su familia nunca pasara hambre y que todos los niños pudieran
comer cada día.
Cuando miró el dibujo de Diego, vio un sol… pero hecho solo con rayas negras.
Marta sintió un nudo en la garganta y pensó:
—No es justo que él no tenga colores para soñar como yo.
Entonces, abrió su estuche y le pasó un lápiz amarillo.
—Toma, para que tu sol brille de verdad.
Diego sonrió y dibujó un sol radiante que iluminó toda la hoja. Los demás
compañeros vieron lo que había pasado y comenzaron a compartir sus colores
también.
Al final, cada dibujo se llenó de vida y esperanza. La maestra los colgó en
la pared y dijo:
—Cuando compartimos lo que tenemos, aunque sea poco, todos podemos brillar.
Marta, con el corazón contento, entendió que aunque su familia fuera pobre,
sus pequeños gestos podían cambiar el mundo de alguien. Y desde aquel día, en
esa clase, nadie volvió a quedarse sin colores… ni sin amigos.
VÍDEO
ANTOÑITO MOLINA - EL CLUB DE LOS SOÑADORES
ORACIÓN FINAL
Señor, ayúdanos a compartir lo que tenemos y a soñar con un mundo donde todos los niños y las niñas tengan comida, amor y las mismas oportunidades para crecer felices.
AVE MARÍA, MARÍA AUXILIADORA, RUEGA POR NOSOTROS
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